Las raíces de la remolacha

La remolacha proviene de la misma planta que la acelga, una modificación inusual que en la historia de la horticultura se ha dado en muy contadas ocasiones, como en el caso del apio y la col.

Existen tres tipos de remolacha: la hortícola, la forrajera y la azucarera. La remolacha roja es la más habitual, pero también existen otras de color amarillo o incluso blanco. Cuando se extendió por Europa durante el siglo XVI (por la Toscana italiana primero y después por Alemania), la variedad de las remolachas consumidas era muy alta, pero con el tiempo las costumbres gastronómicas se decantaron por la versión colorada de esta hortaliza. Hoy en día, gracias al interés de personas dedicadas a las artes culinarias y a los horticultores que trabajan en la conservación y diversificación varietal, el empleo de distintos tipos de remolachas se está retomando.

Aunque es la raíz lo que más se conoce y utiliza por su color intenso y su dulce sabor, no son pocas las personas que incluyen las hojas de la remolacha joven en sus ensaladas. De hecho, cuando empezó a utilizarse como alimento el consumo de hojas era más habitual y hoy en día esos usos se están recuperando. Esta hortaliza es rica en hierro, carbohidratos y betanina, sustancia que contiene antioxidantes.

En 1747 un químico de Berlín descubrió el azúcar de la remolacha y, años después, empezó a ser utilizado como alternativa, cuando, tras la batalla de Trafalgar, se cerraron los puertos europeos para los envíos de ultramar. Al contrario de otras hortalizas que se recolectan en verano, la remolacha no hace ascos al frío (aunque sin llegar a las heladas) y al agua. Los expertos recomiendan echar una pizca de sal de mar a la tierra antes de sembrar las remolachas.

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